Artista

Los Chalchaleros

LOS ENGANCHADOS - VOL 2

1990

1 ALMA DE NOGAL - LA GUITARRA PERDIDA - AMOR Y...

Alma de nogal - La guitarra perdida - Amor y distancia - Siempre porqué - La nochera - Tiempo cereal

ALMA DE NOGAL

Viene mi canto solo,
por una senda dormida.
La guitarra, madera hecha vida:
vientre de zamba, mano curtida.

Grillo de amanecida,
que se mezcló en el gauchaje:
compañera clarín de partida,
sonora lanza que dio coraje.

La tierra brota, dejando
al aire su cauce arisco.
Carne del monte, sombrío temblar,
grito del bagualero.
Amanecer de torcaza y jilguero,
al pie del silencio de la noche.

Hembra que canta y llora;
beso que tiembla en las sombras.
Regresarás, vertiendo en el alma,
luz de las viñas, tiernas vidalas.

Sangra el nogal del monte,
fruto, savia envejecida.
Germinará, dejando la vida,
flor de su seno; rama que vibra.


LA GUITARRA PERDIDA

Rama sonora,
donde han brotado mis sueños:
en tu tallo vengo a dejar
el temblor de mi nostalgia.
Quiero vivir en tu sentir
de niña enamorada.

Dulce guitarra,
trasnochadora madera:
las estrellas del alba dirán
de que nunca te he olvidado.
Gajo cantor, busco tu voz
dolido y solitario.

En tu boca se ha quedado
hecha zamba, mi vida.
Intimo ser, que has de volver
en música perdida.

Sola, muy sola,
por huella desconocida
mi guitarra triste andará
en las noches del olvido,
Mi alma entrará buscándola
a todos los caminos.

Hoja dorada
del árbol de mi añoranza:
por tu savia quiero subir
a las flores del recuerdo.
Tierra y raíz, lento sufrir,
hundido en mi silencio.

LA SIXTO VIOLIN

Cuando se muere la tarde
pintando las algarobas,
crece en el aire el silencio
y canta tu violín.

Todos tus hijos quichuistas
guardan un bombo en el pecho,
cajoneando suavecito
y canta tu violín.

Hoy estoy lejos del pago
pero se me endulza el alma,
cuando escucho chacareras
desde tu violín.

¡Ay, Sixto Palavecino,
dejame que te acompañe
con el llanto sincopado
de mi corazón!

¡Qué dulce repiquetea
el canto de los coyuyos
en Icaño, en Huyamauta
desde tu violín!

Tarareando y como un rezo
yo he visto a las tejedoras
con los ojitos cerrados
oyendo el violín.

Deja que pasen los años,
que se olviden de tu canto,
que siempre andará en el aire
vivo, tu violín.

¡Ay, Sixto Palavecino,
dejame que te acompañe
con el llanto sincopado
de mi corazón!